Retos para el sector Fintech: los debates globales sobre la cuarta revolución industrial y la ausencia de una política digital en México

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Semanas atrás, en este espacio, señalé la importancia que tiene para México que las empresas desarrolladoras de tecnología e innovación -dentro de las que se encuentran las del sector fintech- asuman un mayor liderazgo en el desarrollo de una política nacional para catalizar, precisamente, las oportunidades que la tecnología puede ofrecer a la sociedad para mejorar su calidad de vida. Es decir, las empresas de tecnología tienen que tener una función relevante en la atención de un tema que ha sido ignorado por las autoridades y del que tendríamos que hablar más cuando nos preguntamos por el futuro del país. Con ello me refiero a la necesidad de una agenda digital nacional.

 El planteamiento de un documento de política digital podría acelerar discusiones más amplias sobre las oportunidades y retos que la sociedad enfrenta hoy en día y sobre la función de la tecnología para resolver problemas en los ámbitos público y privado. Además, debe trazar una hoja de ruta sobre cómo es que el país visualiza y plantea el uso concreto, presente y futuro, de tecnología como el internet de las cosas, la inteligencia artifical y blockchain, para generar satisfactores sociales. Tal y como ha ido sucediendo, poco a poco, en el caso del sector fintech. Su entrada disruptiva al mercado financiero le ha permitido atender necesidades de sectores de la población que han encontrado en los servicios tecnológicos que ofrecen las fintech una oportunidad de inclusión financiera que otros jugadores del sistema financiero tradicional no brindan. 

 El énfasis que hago en la urgente necesidad de que México desarrolle formalmente una agenda digital tiene que ver el rezago en el que estamos cayendo por la ausencia de una estrategia de estado para actuar frente a las nuevas circunstancias en las que se desarrolla el mundo, y también para entender las implicaciones del avance de la digitalización y su tecnología en la economía y el desarrollo de las personas. 

Nuestro país no puede continuar ignorando que el mundo atraviesa por un proceso de transformación producto de una cuarta revolución industrial. Una que repercute en muchos aspectos de nuestras vidas, como lo es la forma en que nos relacionamos entre humanos y con otras especies, la manera en que trabajamos y nos educamos, los modelos de negocio de las empresas, patrones de consumo y hasta la forma en que buscamos métodos alternativos de ahorro y pago como sucede con el surgimiento de las criptomonedas. Es decir, estamos frente a una nueva etapa para la humanidad que ha sido habilitada no solo por la presencia de grandes avances tecnológicos, sino por la velocidad a la que estos se producen. Avances que ya permiten pensar en la fusión de los mundos físico y digital como una puerta a un futuro más inclusivo y de prosperidad.

Sin embargo, al mismo tiempo que esta cuarta revolución asoma suposiciones de prosperidad y oportunidades para la humanidad, gracias a los avances tecnológicos, esta también nos obliga a pensar en los riesgos que trae consigo frente a la velocidad de estos cambios. Riesgos que, como se ha comenzado a advertir en distintos foros, nos deben llevar a debatir, con la participación de autoridades, jugadores del ecosistema digital y sociedad, aspectos éticos sobre el uso y desarrollo de la tecnología.

En este espacio, quisiera enunciar de manera sucinta tan solo dos ejemplos de estos aspectos y situaciones en los que se requiere poner atención si queremos evitar una respuesta negativa y de rechazo de la sociedad al desarrollo de ciertos avances tecnológicos relacionados con la digitalización. Aspectos que no son considerados como asuntos menores en los reportes de inteligencia estratégica de organizaciones como el Foro Económico Mundial o la Alianza para las Finanzas Digitales Sostenibles cuando se discute sobre el futuro desarrollo global, y que sin duda guardan relación con la propia naturaleza y modelo bajo el cual opera la industria fintech. 

Incertidumbre permanente frente al progreso tecnológico.

La rápida evolución de la tecnología es una característica de la cuarta revolución industrial. Como nunca antes, la humanidad es testigo del perfeccionamiento casi cotidiano de la tecnología y del crecimiento de sus capacidades en la producción y manejo de datos. Sin embargo, esto ha significado entrar en un terreno de incertidumbre permanente en el que la sociedad no necesariamente avanza a la misma velocidad por lo que toca a sus capacidades para entender y regular la capacidad adquirida de la tecnología en el manejo de la información y datos. Particularmente, esto conlleva cuestionamientos sobre cómo debemos pensar la generación, propiedad, acceso y uso de datos. Situación que, en consecuencia, lleva a discutir sobre la pertinencia, o no, de regular el mundo digital y de manera más estricta a las empresas de tecnología y del ecosistema digital, entre las que, por ejemplo, se encuentran las fintech.

El sesgo humano y la objetividad de la tecnología. 

Otra de las preocupaciones que han surgido alrededor del desarrollo tecnológico en esta cuarta revolución industrial, tiene que ver sobre la influencia de los sesgos y prejuicios humanos en el uso de tecnologías que están llamadas a tener cierto grado de autonomía. Esto implica señalar que la tecnología no es neutral y frente a su desarrollo existen retos de carácter ético que debemos atender si se aspira a que la evolución de la misma no termine por generar circunstancias de exclusión social. Un ejemplo de esta discusión se encuentra en terreno a la inteligencia artificial. Al respecto, no son pocos quienes dentro de la comunidad científica alertan de la posibilidad latente de que el desarrollo de inteligencia artificial herede y exacerbe las suposiciones, los intereses y las visiones de sus desarrolladores por medio del proceso de codificación de algoritmos que le dan origen y que es producto de la actividad humana. No por otra cosa es que hoy en día existe una importante agenda de investigación dentro de los departamentos universitarios y publicaciones de mayor prestigio en disciplinas como las matemáticas y la filosofía, desde los que se busca atender la dificultad que supone definir un trato justo e imparcial dentro de la inteligencia artificial. Una tarea que busca evitar la reproducción de actitudes discriminatorias por medio de los dispositivos tecnológicos cuando estos se emplean en actividades de vigilancia, comerciales o dentro los servicios financieros. (Como ejemplo de esta agenda se puede consultar el trabajo An unethical optimization principal).

Para todo entusiasta de las tecnologías financieras debe ser una preocupación mayor que nuestro país no cuente con un documento de política digital concreto, con metas y objetivos definidos de cara al futuro inmediato y de largo plazo. También debería serlo porque la ausencia de esa hoja de ruta que de señales sobre cómo atenderemos los dos retos señalados, y otros tantos que también existen, nos limita a entrar de lleno a estos debates que resultan trascendentales para discutir y planear el avance y uso de la tecnología dentro de las circunstancias que nos plantea esta cuarta revolución industrial. Por ello, el sector fintech en su conjunto, debe asumir un mayor liderazgo en el impulso de esta agenda. De lo contrario, eventualmente, podríamos terminar eliminando la posibilidad de que la irrupción de la tecnología y la digitalización contribuyan a consolidar los beneficios sociales y de negocio, desde los cuales algunas industrias -como lo es la de tecnologías financieras- han logrado crecer. 

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